Estamos seguros de que los aceites de oliva virgen extra elaborados en todas las almazaras jiennenses con la aceituna picual, reconocida por un pequeño amargor y picor huele al aire limpio de refrescarse la cara por las mañanas, huele al tomate recién cortado como el que se le extiende al “hoyo” al realizar la deseada parada de descanso al mediodía.
Incluso tiene el leve picor de los sabañones que le salen a los aceituneros en las frías mañanas del invierno; y quizás para algunos podríamos sugerir que tiene un ligero regusto amargo característico del trabajo bien hecho y no del todo agradecido.
Como nos ha enseñado el maestro en calidad del aceite Pablo Linares podemos decir que la elaboración del aceite de oliva virgen extra es una sinfonía de sensaciones que nos llevan a la grandeza de la biodiversidad que encierra el olivar tradicional. Una sinfonía que rebosa salud al degustarla, y una sinfonía que apuntala nuestra economía con este espléndido oro verde.
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